Con el transcurso del tiempo,
después de años vividos
aún en tu cara se aprecia,
la belleza que no cambia,
con disgustos ya sufridos
Te emana sutil dulzura,
del fondo de tu mirada,
y alientas a todo el mundo
a través de la jornada
Infundes gran entusiasmo,
ánimo y comprensión
a los pobres corazones
de esta generación
Todo el que te conoce,
y analiza tu camino
llega a la conclusión
que tienes un don divino
de ayudar al ya caido
en su desesperación
Salomé, 1977
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